"Soy un convencido de las acciones colectivas en favor de otros"


Richard Camarasa, a la derecha, en una de las recorridas del Movimiento Solidario Rosario.
A ocho años de haber visto nacer el sueño de un movimiento que se ponga al lado del que menos tiene, de aquel que no la está pasando bien, Richard Camarasa, presidente (aunque le escape al título) del Movimiento Solidario Rosario (MSR), sigue soñando en un país y en una sociedad de personas simples, comprometidas con el otro, que se permitan mirarse a los ojos y hacer conexión con el que está al lado.

Hoy el MSR, sigue recorriendo las calles y afronta la expectativa de seguir creciendo, sumando un taller de tejido para preparar los abrigos que serán necesarios en el tiempo invernal y capacitaciones para preparar a aquellos que no tuvieron oportunidades. “Creo que la única diferencia son las oportunidades que unos han tenido y otros no”, asegura y es por eso que considera como un rasgo de codicia el pensar que no hay nada más para hacer: “Seria un poco codicioso creer que hasta acá llegue, y que ya di todo lo que tenía para dar. Sería estancarme en un lugar cómodo y decir “hasta acá fue mucho”. Y la verdad es que mientras uno tenga energía para seguir haciendo hay que seguir pensando en grande”.



“Todos los días me levanto con una ambición nueva que hace que lo que se concreta pase a un segundo lugar. El día que no tenga ninguna expectativa me pondré un bar”, sintetiza cuando se le pide que recuerde los sueños del comienzo y su concreción.

Pero la realidad no da respiro, y los números estadísticos indican que todavía hay mucho para hacer y, por lo tanto, todavía sigue presente la necesidad de la existencia de entidades como el Movimiento Solidario Rosario: “Me hacen ruido los números con los que nos manejamos, y no veo a corto plazo la desaparición del Movimiento. Yo quisiera que nos dediquemos a hacer cursos de capacitación para que las personas aprendan un oficio. Pero tenemos que pensar, cuando es invierno, en las campañas para el frío, y siempre estar pensando por lo que va a venir. Y cuando lo estamos haciendo, ni siquiera lo disfrutamos por estar mirando el próximo paso" dice.

Los números se duplicaron: de las 100 o 150 porciones que preparaban durante cinco años, hoy están entregando 300 porciones. Y ante esta mayor demanda, algunos se encargan de estigmatizar la pobreza aduciendo que, porque un “pibe” tiene un par de zapatillas o una remera de marca, no tendría que recibir ayuda.

“Nosotros elegimos todos los días qué vamos a comer al mediodía y a la noche”, explica Camarasa para diferenciarlo de las personas que están en situación de calle que sólo pueden pensar en una comida por día, en el mejor de los casos.

En respuesta a los razonamientos de aquellos que objetan la ayuda que se da, sentencia: “Es momento de recapacitar y pensar como sociedad qué lugar queremos ocupar, ¿queremos repetir el mensaje obtuso y cuadrado de alguien que nunca tuvo muchas capacidades y que lo único que le queda es odio y resentimiento? Debemos pensar un poco más con amor, entender lo que le pasa al otro y ponernos en su lugar.

Richard confiesa que en las recorridas que realizan en cuatro rutas, se están encontrando con una población que no estaban en su mapa de personas en necesidad, grupos de jubilados que se acercan a pedir una ración de comida.

Pero a pesar de la realidad que en cada salida golpea la cara y el corazón de los voluntarios, Camarasa sigue creyendo y apostando a un futuro distinto: “Soy un convencido de las acciones colectivas. No hay una fuerza más importante que la unión de la gente, volcada en acciones que repercutan y ayuden a personas que no tuvieron nuestras mismas oportunidades.

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