"Llevate uno!"




Lejos de ser un cartel que respete las leyes del marketing o que busque impactar por su diseño y sofisticación, la leyenda, sobre un soporte poco descifrable, era sencilla, directa y clara, muy clara: “Llevate uno!”. Así, de esta forma tan poco académica, en una vivienda de una localidad de nuestro país, la dueña o dueño de casa, invitaba a los ocasionales transeúntes a llevarse un limón. Sí, un limón, similar o pariente de esos que el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Trump, se negó a recibir en su país. Un limón, cuyo precio ronda los 60, 80 o 100 pesos el kilo. Rico para ensaladas, milanesas, jugo o un exquisito Lemon Pie.
No era un televisor smart, inteligente de 42 pulgadas, tampoco uno de los últimos celulares de moda, o cualquiera de las cosas que, aparentemente, nos desvelan y no sólo nos quitan el sueño: también el dinero.
Pero este sencillo acto de solidaridad, de bondad, de generosidad, despertó más de una sonrisa y nos movió a pensar que con poco, con lo que tenemos, podemos ayudar a los demás.
Acto sencillo y franco que se hermana desde la solidaridad con los alumnos de la ciudad de Rosario que se juntaron en sus vacaciones de verano para fabricar alcohol en gel para enviar a los inundados, o el también acto solidario de los alumnos de una escuela técnica de Villa Regina, provincia de Río Negro, que se preguntaron si en sus calles había señalización para orientar a los ciegos, y ante la negativa pusieron manos a la obra.
Ejemplos que se van sumando para seguir construyendo puentes, puentes que unan distancias que hasta hacía poco eran intransitables.
Es bueno seguir sumando y es muy bueno poder contar esas historias de vida que hablan de personas que no se detuvieron sino que caminaron para construir una solución.
Y como expresó un profesor de secundaria cuando conoció la existencia de un espacio como el que hacemos todos los miércoles: “Qué bueno que existan programas así”.
Y sí, es muy bueno, y eso nos anima.

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