Cuidado con el Síndrome de Super Trump



La palabra inclusión se refiere a la “introducción de una cosa dentro de otra o dentro de sus límites”. En este sentido, incluir a una persona viene a significar que todo el resto de la sociedad, la que se cree normal, sana o con el poder para decidir quién puede ser parte de ella, permite que otro, ese otro que tantas veces miramos de reojo, venga a ser parte del todo social.
Tengo que reconocer que esta idea de lo que significa inclusión me suena a, por lo menos, soberbia. Porque habla de límites que alguien sentenció que sean de determinada manera, ese mismo alguien que en alguna oportunidad también decidió que ese otro, distinto, no podía ser parte, que no podía pertenecer. Parece que la sociedad se maneja más como una élite hegemónica que maneja los designios de todos los que están o quieren estar.
Estoy de acuerdo en eso de los límites cuando se trata de aquellas personas que traicionan el contrato social que tiene que ver con respetar la vida del otro, su integridad y la integridad de sus pertenencias. Es decir, no podemos convivir con aquellos que nos matan, nos roban, nos violan. El Estado, la sociedad civil, tienen que protegerse para subsistir, pero eso no significa aniquilar a quién rompe los límites o reglas sino crear los medios para su restablecimiento a la vida social.
Pero el mismo término inclusión se usa en relación a quienes tienen una discapacidad, sufren una enfermedad o son distintos. Como si, y vuelvo a abrir comillas, “los que somos parte de este cuerpo social” hubiéramos puesto límites para que una persona con discapacidad sea integrante pleno de la Sociedad.
Entonces me pregunto, ¿quiénes somos para hacerlos a un lado? ¿Qué delirio de grandeza nos hizo creer que los podíamos excluir y, cuando quisiéramos, volver a incluir? ¿Acaso no se nos ocurrió pensar que somos nosotros los que deberíamos pedir que ellos nos acepten, nos perdonen y nos incluyan? ¿Por qué siempre mirar el vaso desde la perspectiva de los que dominan?
Quizás lo mío es luchar en contra de los molinos de viento, pero sin lugar a dudas creo que debemos empezar a cambiar nuestra mirada, debe producirse una ruptura en la percepción de la realidad social y comenzar a aceptar que ese otro, que puede ser discapacitado, que puede padecer una enfermedad o que puede ser una persona con VIH, ese otro es parte inalienable de nuestra sociedad y tan necesario para aprender a vivir, para valorar las circunstancias, y para madurar como sociedad.
Muchos ya comenzaron este camino hace mucho tiempo. Otros vamos despertando a esa realidad más lentamente. Pero todos debemos aprender, crecer y derribar las barreras que hemos levantado, creyéndonos “Super Trump”, sí, como el futuro presidente de los Estados Unidos, con la autoridad de dividir, excluir, y levantar muros para seguir viviendo, los sanos, capacitados y productivos de un lado y todos los demás, afuera.
Si tanto hemos criticado la actitud divisionista del empresario norteamericano, por favor, no caigamos en el mismo error.

Comentarios