Cumplidores de sueños


¿Cuánto de lo que soñamos se acerca a su concreción? ¿Cuántos de nuestros proyectos, ideas o anhelos tienen la posibilidad de salir del terreno de las utopías y comenzar a transitar el duro camino de su realización? ¿Tendrá efectividad el tiempo que invertimos en llegar a nuestras metas o simplemente será tiempo perdido en un sueño, sólo eso, un sueño?
Es cierto que en muchos casos los sueños se hacen realidad, aunque también es cierto que muchos sostienen que “los sueños, sueños son”. Pero si leemos a Freud, él nos diría que los sueños son la expresión de nuestros deseos reprimidos que luchan por acceder a la conciencia.
Sea que pensemos que los sueños pueden hacerse realidad o no, la verdad es que muchas son las personas que han soñado con un proyecto, le han dado forma en su cabeza y después de mucho trabajo consiguieron que se hiciera realidad.
Claro que no hablamos de un proceso fácil, ni rápido. Es un camino largo, lento, en muchos casos doloroso, sinuoso, en donde muchas veces son más las piedras que las flores, pero la recompensa, esa que reciben quienes llegan, es doblemente saboreada.
Para muchos, sin embargo, las ganas no son suficientes para comenzar a soñar. Se quedan en las dudas, y permiten que los “No” que van recibiendo se conviertan en los “Nunca” que terminan por ahogar el entusiasmo inicial.
Pero qué hubiera sido si tantas personas que pasaron por Buenas Ideas se hubieran negado a soñar, como Ana Moreira de la Fundación Todo por Amor, Richard Camarasa del Movimiento Solidario Rosario, Jorgelina de la Torre de Rosario Solidaria, Inés Risso de Fonbec Rosario, María Eugenia Correa Uriburu de la Fundación Camino-Conin, la gente del Comedor y Centro Cultural Dorita, las mamás de la Fundación Virginia Fidelli, la abuela Marina de barrio Acindar, los jóvenes de Utopías colectivas y más, muchos más.  Ellos nos mostraron que es bueno soñar y que en muchos casos esos sueños llegan a concretarse. Y hoy, después del camino recorrido, pueden mostrar las credenciales que los certifican como cumplidores de sueños, de los propios y los de muchos otros que encontraron respuestas, aunque sean básicas, a la necesidad de un plato de comida caliente, de una cama para pasar la noche, de una frazada para el invierno, de compañía, afecto y contención.
Entonces, sí podemos aseverar que está bueno soñar, para que después de trabajar, de trabajar duro, ese deseo no quede en la utopía sino que se pueda plasmar en la realidad. Una realidad que necesita que muchos más nos animemos a soñar y a pensar de qué manera podemos aunar esfuerzos para transformar, aunque sea en algo pequeño, la realidad de tantos: la de esos hombres, mujeres y niños que esperan que sigamos creyendo que otra realidad es posible si la construimos entre todos.

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