Reconociendo quiénes somos en realidad

Hoy me dí cuenta que muchas veces juego a ser Dios. Creo que que de mí depende la vida y las posibilidades de las personas que amo. Sin darme cuenta me paro sobre la mentira de creer que si yo estoy las cosas van a salir mejor, o que no va a suceder nada malo, y si no estoy, entonces, puede pasar lo peor.
En otras ocasiones me preocupo hasta la desesperación cuando las cosas no salen como las planeo, o cuando me doy cuenta que no llego a cubrir esto o aquello, cuando mis limitaciones me golpean en la cara y me dicen: “Llegaste hasta acá”.
Entonces, y sólo entonces, me doy cuenta que la vida no puede medirse de acuerdo a mis posibilidades ni a mis capacidades, y que debe haber,y de hecho hay, otra manera de vivir y disfrutar la vida conociendo mis limitaciones y sabiendo que hay cosas con las que no puedo lidiar.
Es en ese momento cuando recuerdo lo que aprendí, lo que me enseñaron y lo que experimenté de manera personal. Y es justo en ese momento en el que dejo de ser Dios y me entrego a la realidad de que soy una criatura, y no el Creador.
Ahí, justo ahí, mi existencia comienza a descansar, comienzo a ocuparme de lo que está al alcance de mi limitada humanidad y dejo lo demás para que se ocupe otro. Aunque más que otro, para que se ocupe Dios.
Comienzo a aprender a descansar, a tomarme vacaciones de ese rol que nadie me otorgó y que yo, atrevidamente, me adjudiqué: dejo de ser el Ser Supremo para seguir siendo el ser humano que El quiere que sea.
Como dice el escritor y periodista Phillip Yancey, admito “mis fracasos, debilidades y limitaciones ante aquel que responde a la vulnerabilidad humana con infinita misericordia”.
Quizás entonces, y sólo entonces, muchas de mis fobias, miedos, síntomas psicosomáticos y presiones más altas que las normales, pueden comenzar a volver a su cauce, dejando el stress y las preocupaciones que sólo pueden llevarme a un sendero poco esperanzador.
Sí, darnos cuenta de quiénes somos y de lo que somos, es una buen comienzo para empezar a descansar de lo que nos excede y vivir la vida de una manera más relajada, que no es lo mismo que vivirla de manera desinteresada. Pero esa diferencia la dejamos para otra oportunidad.
Hoy acepto alegremente lo que soy.

Alejandro Vena
Editorial del 16 de enero de 2016

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