La verdadera revolución

Las grandes revoluciones comienzan con pequeñas acciones. En realidad nada empieza grande pues todo comienzo tiene su Belén.
Hay un deseo, una ambición, un sentimiento, una sensación que en algún momento fue pequeño, casi indescriptible, pero cuando le damos alas, cuando le permitimos volar, comienza un camino que nunca estaremos seguros de adonde puede llegar.
Lo importante es que lo dejemos crecer, que le permitamos desplegar sus alas para empezar el recorrido.
Seguro que es importante “con qué contamos” para empezar pero tampoco es algo definitivo, determinante, porque aunque no tengamos todo lo necesario, si realmente creemos en él y le ponemos garra, es muy probable que lo veamos despegar.
En el camino nos vamos a encontrar con quienes piensen que estamos locos, que perdemos el tiempo o que soñamos en imposibles. Y todo eso puede ser verdad. Pero si no nos permitimos soñar y creer que las cosas imposibles pueden realizarse, hoy no estaríamos en este lugar, en este momento ni en esta parte de la historia. Todos los comienzos tuvieron su parte de locura y utopía sin embargo, el hecho de que hoy sean una realidad nos dice mucho sobre creer en imposibles.
Pero hay otro elemento que me parece esencial para que una revolución sea posible. Y es que si a todo lo dicho le agregamos el hecho de buscar el bien de los demás, si nuestro objetivo es ayudar a que otros sean beneficiados, y no sólo yo, entonces nuestro movimiento tiene más posibilidades de éxito. Porque la premisa que “es mejor dar que recibir” es totalmente real: todo el que se brinda a los demás es primeramente bendecido él para después bendecir a su entorno.
Cada causa solidaria tiene un poco de revolución en sí misma. Cada una busca que un sueño, aunque pequeño, se haga realidad para ayudar a muchos. Y por eso son dignas de reconocimiento y de admiración porque ninguna se quedó en esperar que otros hagan sino que cada una puso manos a la obra y a la acción.
Estamos a pocos días de celebrar una fiesta que tiene mucha significación para los cristianos del mundo: porque celebramos que un día, en una pequeña e insignificante ciudad llamada Belén nació un niño, nació una esperanza, comenzó una revolución. Pero no la que algunos quisieron ligar a las armas y a cierta ideología, sino la revolución del amor, de la paz y de una vida distinta.
Deseamos que todos podamos permitir Jesús, el verdadero sentido y significado de la Navidad, sea el motor para que muchas más revoluciones puedan “echarse a volar”.

Alejandro Vena
Editorial del 19 de diciembre de 2015

Comentarios