Mirar para ver

En estas últimas semanas el mundo fue conmovido por los atentados terroristas en París y las amenazas de posibles atentados que se fueron sucediendo en otras ciudades de Europa.
La reacción de condena fue automática y mundial. Y las redes sociales tuvieron un papel fundamental, acercándonos el horror y el dolor de ese terrible acto criminal y, a la vez, permitiendo que muchos en diversas partes se hicieron eco del repudio general.
Muchos de los usuarios de Facebook comenzaron a colocar la bandera de Francia como fondo de su foto de perfil. Entonces, otros tantos se comenzaron a preguntar por qué, así como se identificaban y se solidarizaban con las familias de los muertos en la ciudad Luz, no había la misma reacción solidaria con los muertos en Siria, o con los estudiantes asesinados en una universidad cristiana africana a manos de también fundamentalistas musulmanes.
Parece que sólo las muertes en ciudades del primer mundo son dignas de una reacción así.
Quizás debiéramos abrir los ojos y nuestro corazón a aquellas situaciones que pasan más cerca, que casi nos rozan mientras caminamos. Quizás es momento de dejar de ser tan eurocentristas, y comenzar a mirar y ver nuestras realidades. Porque nos resulta fácil, y hasta cómodo, sumarnos a las campañas que con un simple click del mouse, o un “Me gusta”, dejan nuestra “conciencia moral” en paz para después, sin más, seguir con nuestra vida.
Hay profundas necesidades en nuestro entorno, en nuestro barrio, ciudad o país, con las que podemos identificarnos para hacer mucho más que “compartirlas” en nuestro muro de Facebook. Hay niños que piden, hombres y mujeres que duermen en la calle, personas que suben a los colectivos o nos abordan en los semáforos vendiendo o pidiendo nuestra colaboración. Hay ONGs que buscan de nuestro tiempo, esfuerzo y, también nuestra ayuda económica, para seguir con su labor solidaria.
Y, ¿qué hacemos? ¿Qué estoy haciendo?
No podemos ser tan hipócritas de mostrar dolor por aquellos que murieron y sufrieron tan lejos, y pasar de largo sin mirar y sentir el dolor que genera la necesidad y el dolor del que está a nuestro lado. Debemos sincerarnos con nosotros mismos, poner cada cosa en su lugar y empezar por casa.
Podemos hacer muy poco por las atrocidades que se producen a miles de kilómetros de distancia, pero es mucho lo que está en nuestras manos para ayudar a crear una sociedad más justa y solidaria, un entorno social amigable en donde todos, sin que nadie quede afuera, podamos vivir mejor.
Abrir los ojos a lo que está cerca, sin dejar de ver lo que queda lejos. Mirar a nuestro alrededor. Ese es el desafío.
Alejandro Vena
Editorial del 21 de noviembre de 2015

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